As she woke up in the pod, she remembered three things. First, she was traveling through open space. Second, she was about to start a new job, one she could not screw up. Third, she had bribed a government official into giving her a new identity file. None of this information was new, but it wasn’t pleasant to wake up to. Chambers, Becky. The Long Way to a Small, Angry Planet: Wayfarers 1 (p. 1). Hodder & Stoughton. Edición de Kindle.
El libro del que os voy a hablar va a salir en dos días al mercado español, gracias a Editorial Insólita, especializada en género, ciencia ficción y fantasía. Probablemente, cuando leas esta reseña ya podrás comprarlo en nuestra lengua.
Yo lo leí hace un par de semanas en inglés «The long way to a small angry planet», tal como reza en la portada que veis en el blog. Inauguro con él una sección que quiero que esté dedicada a obras que se hayan convertido en éxitos y que vayan a ser traducidas al español. En principio, porque igual hago excepciones y comento una novela en inglés porque sí, porque me gusta.
En cuanto a «The long way…», la verdad es que aún estoy rememorándola en mi cabeza.
He de decir que el inglés no es lo que mejor se me da en el mundo, aunque me defienda. Así que tampoco os extrañéis si encontráis algún error. De antemano, os pido disculpas por los deslices que pueda cometer.
Pero vamos allá.
La novela arranca con el párrafo que veis arriba. Es un buen comienzo. Nos dice que Rosemary, la protagonista (luego veremos que no lo es tanto) tiene un problema muy serio: está huyendo con una identidad falsa por el espacio abierto en una endeble vaina y va a comenzar un trabajo que no puede fastidiar. Es un comienzo interesante, ¿verdad? Pero cuántos comienzos así se diluyen al cabo de pocos párrafos y pierden su fuerza inicial. Además, aún no conocemos bastante al personaje para que nos importe.
Creo que lo que me capturó de «The long way…» no fue el comienzo, sino el siguiente capítulo, en el cual conocemos a Ashby, capitán del Wayfarer, esa nave que crea túneles en el espacio-tiempo como una aguja que atraviesa el tejido una y otra vez, y a Corbin, un técnico que adora su trabajo pero odia a la gente. La cuidada descripción de los protagonistas a través de la escena conversacional que se da entre ellos me convenció de que aquella historia merecía la pena, más cuando a continuación, conocí mejor a Rosemary y a través de ella me fueron presentando al resto de personajes de la nave: cuatro humanos, tres aliens y una IA tan bien caracterizada como los demás.
La historia se desarrolla a lo largo de algo más de un año GC Estándar.
¿Y qué es GC?, preguntaréis. Pues son las siglas de Galactic Common, una especie de ONU galáctica a la que pertenecen numerosas especies y planetas. Esta organización es la que encarga al Wayfarer, y a Ashby, su capitán, la misión de crear un túnel hacia el centro galáctico, hacia ese… pequeño e iracundo planeta.
Pero lo de menos es la excusa para el viaje, porque lo importante es el viaje mismo y lo que los protagonistas viven y aprenden, como ocurre en todas esas «road movies», género al que sin duda pertenece nuestra historia, que tiene similitudes con Star trek (por Galactic Common) pero por el tratamiento de personajes recuerda mucho más a Firefly.
Antes decía que Rosemary, aunque lo parezca al principio, no es exactamente la protagonista. El X-ray de mi Kindle me muestra lo que yo ya sospechaba tras leer la novela: que Rosemary, Ashby y Sissix (la simpática piloto alien) comparten casi a partes iguales el protagonismo, seguidos muy de cerca por secundarios de auténtico lujo, tan bien caracterizados como ellos: Kizzy y Jenks, los técnicos mecánicos que siempre están poniendo parches a la vieja Wayfarer; Doctor Cheff, cocinero, jardinero y doctor a la vez, además de alienígena (encantador personaje donde los haya); Ohan, el misterioso par (se le llama así, ya veréis por qué), el alien navegador, que es el que, gracias a su visión única, les guía cuando crean los túneles para que no se pierdan para siempre en la nada; Corbin, el cabroncete técnico de algas que acabará dándoos una sorpresa (y sí he dicho algas, al parecer muy importantes para que funcione la nave, no me preguntéis por qué) y Lovelace, la IA que es un personaje en sí misma.
Hay amor y sexo (el primero es un hilo conductor bastante importante en la trama, aunque no el principal); hay incomprensiones debidas a las diferentes culturas, a la forma de comunicarse (por sonidos, por gestos, por colores…) y a las distintas maneras de entender el universo y las relaciones sociales… Lo que para unos es tabú para otros es algo natural. Hay religiones y herejías (hum, allí os espera una sorpresa); hay especies que han embarrancado en esto de hacerse mayores y salir al espacio; las hay militaristas y las hay generosas y amables. Si hay otra cosa bien conseguida en esta novela a parte de la construcción de personajes, es el worldbuilding.
En fin, una novela amable, que os hará disfrutar si os gusta la ciencia ficción de personajes y escenarios bien construidos. Eso sí, no busquéis batallas. Tampoco una trama de esas que no os deja respirar. Lo único que he echado de menos en la novela es una estructura unitaria. Tampoco es fundamental para disfrutar de la historia en este caso. Los capítulos, suelen centrarse en dos o tres personajes, utilizando distintos puntos de vista, mostrándonos sus inquietudes, su historia y su evolución. Hay pequeñas tramas, como episodios de una serie.
De una buena serie, por otro lado, una que merece la pena leer.
Si queréis leer más opiniones, e incluso los primeros capítulos, en:
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