En lugar de recordar los problemas de convivencia y las obviedades constantes que
apuntaban con tino a que éramos una pareja disfuncional. Ahora recuerdo el
instinto animal de los inicios: repletos de siestas que nunca empezaban y pelis
de las que no consiguiéramos ver el final; demasiado que indagar. La ineludible química de la curiosidad.
Copia y pega esta URL en tu sitio WordPress para incrustarlo
Copia y pega este código en tu sitio para incrustarlo