Ahora entiendo muy bien eso de la famosa-típica crisis de los cuarenta de los hombres de antes, cuando dejaban a su esposa e hijos por una más joven. La sensación de inmortalidad, aunque sea una ilusión, es irresistible. Y como dijo alguien muy sabio: «no hay frontera que tiente más al contrabando que la de la edad»
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